lunes, 3 de agosto de 2009

Compasión y soberbia, entrega y autoestima.

Hay una película llamada Dogville, dirigida por Lars Von Trier y protagonizada por Nicole Kidman, que tiene un formato interesante, y que me recuerda la analogía que cito en el título.

La trama de la película recae en esa delgada línea entre lo que creemos que es correcto y lo que realmente estamos haciendo.

Lo que parece un primer acto de compasión se convierte en un pretexto para exigir. Y posteriormente, abusar.

Grace acepta humillaciones derivadas de los trabajos que los habitantes de Dogville, a cambio de esconderla de la mafia, le asignan como retribución a su amabilidad.

Ella cree que se debe a ellos por aceptarla en una condición que no es la mejor.

Después, cuando tiene la oportunidad de vengarse no lo hace por compasión. Los perdona con el argumento de que no saben lo que hacen. Justificación.

Su padre, quien le da la oportunidad de vengarse le hace ver que al tratar de ser compasiva, argumentando la ignorancia, se convierte en soberbia, por pensar que está por encima de los ignorantes de Dogville que no pueden ver sus errores. Y ella sí.

Hay quienes se entregan, justificando a quien los humilla o desvaloriza argumentando mil razones, entre ellas el amor. ¿Hay amor donde no hay autoestima?

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